Viernes Santo

El Cristo de la cruz siempre me trajo
Dolor. Vergüenza y pena entretejidas.
Es casi como si algo de mi sangre
Se escurriera también por sus heridas.

Me han dicho una y mil veces se trataba
De un gran acto de amor su sacrificio,
Mas no dejo de pensar que al otro lado
Hubo alguien, y en su mano había un martillo.

Y me siento desdichada cuando veo
Que, aunque el tiempo ha pasado, hoy es lo mismo.
Sigue habiendo inocentes condenados
Y cobardes que propinan el castigo.